Restauración Arqueológica: El Arte de la Conservación del Patrimonio

La televisión y el cine nos muestran el mundo de la arqueología llena de aventuras y misterios. Y muchos en más de alguna ocasión, soñamos con convertirnos en Indiana Jones y develar los secretos de la historia.

Sin embargo, más allá de la ficción la arqueología es una ciencia de vital importancia para la conservación del patrimonio y los bienes culturales. Es además, un medio para construir la historia de la humanidad y sentar las bases de nuestra sociedad.

Dentro de esa importancia existe una rama de la arqueología fundamental, que procura conservar en buen estado el material para las futuras investigaciones, nos referimos a la restauración arqueológica.

La restauración arqueológica es un área muy importante de la arqueología y hasta hace un par de años era considerada como un trabajo más artesanal que técnico.

En la actualidad esta disciplina ha evolucionado y se ha perfeccionado exigiendo una gran capacidad técnica y de conocimiento científico-histórico.

A través de las piezas arqueológicas encontradas en las diferentes excavaciones es posible conseguir importante información histórica. Por ello, es muy importante que las piezas perduren en un buen estado durante las investigaciones.

De ahí la importancia de la restauración arqueológica, ya que otorga la solución necesaria cuando los medios preventivos no han sido suficiente para evitar el deterioro de los bienes culturales.

Esta disciplina sigue una metodología científica, donde la unidad estética pasa a un segundo plano, ya que el énfasis se centra en los criterios de intervención donde se evalúa la legibilidad de la pieza.

Dentro del proceso se realizan diferentes pasos como documentación, análisis, limpieza del objeto, consolidación reintegración, entre otros. De esta manera, se intenta evitar cualquier intervención ajena a la pieza, utilizándose tintas neutras que respeten el colorido original.

El trabajo se basa en criterios de reversibilidad, legibilidad y estabilidad de la pieza. Esto se aplica a los distintos materiales que componen las piezas arqueológicas como hierro, cerámica, bronce, baldosas, vidrio, etc.

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